Rayo Majadahonda 1-0 FC Cartagena

En estos coletazos finales de la temporada futbolística, los sentimientos afloran como nunca y el éxito o el fracaso se viven con una intensidad por encima de cualquier explicación a la que se busque la lógica o el razonamiento.
El Cartagena vivió uno de esos momentos que recuerdan los aficionados para toda la vida y que, probablemente, les gustaría borrar para siempre. Un gol encajado a 30 segundos de cumplirse el minuto 97, hasta donde había marcado el colegiado como final del partido, supuso la cruel vivencia de una situación que ni el menos optimista de los aficionados podría haber planificado.
Con el empate, el Cartagena estaría ahora festejando el ascenso, pero sobró ese maldito instante en el que el partido parecía condenado a languidecer en un 0-0, cuando en un saque de banda y un balón peinado hacia atrás, la defensa vio como el esférico llegaba para ser controlado y mandar un fantástico zapatazo que hubiera supuesto el final del partido. Pero no fue así, el guionista cambió el desenlace y Zabaco tocó con la cabeza en el lugar y en el momento que no debía para mandar el esférico al fondo de la red.
Ese giro inesperado de la película en el Cerro del Espino supuso uno de los mazazos más terribles que ha vivido este FC Cartagena y su afición en su historia. No sabría compararlo con ningún otro porque además de ser tan reciente, los albinegros tocaban casi con las dos manos el empate y, por ende, el ascenso.
Ellos, los protagonistas, lo llamaron crueldad, pero cualquier adjetivo es poco para explicar esa sensación de vacío, como si el tiempo se detuviera cuando el balón entraba irremediablemente al fondo de la portería y Pau observara, impotente, que todo ese sufrimiento durante los 90 minutos se le echaba encima como una pesada losa imposible de levantar.
El Cartagena vivió en el alambre, en un equilibrio controlado, pero aunque daba los pasos muy medidos para no caer, se le olvidó poner la malla para evitar el desastre. Y esa malla salvadora la pudo asir unas cuantas veces, en la primera y, sobre todo, en la segunda parte, en forma de ocasiones claras de gol. Un tanto en las oportunidades de Rubén Cruz, Aketxe, Moussa u Owusu hubiera sido más que suficiente. Perdonó demasiado, tanto que eso acabó mortificándolos con un tanto tan lleno de infortunio como de desesperación.
Unos pocos segundos después, el Rayo Majadahonda era el equipo que alcanzaba el cénit y pegaba el brinco que todos esperaban para jugar el año que viene en Segunda División. El bloque albinegro dejó escapar una ocasión inmejorable, casi única, para entrar por la vía rápida en Segunda por esta eliminatoria y ahora le espera otra travesía, esta más larga, con cuatro partidos por en medio y dos rivales por el camino para tratar de que la pesadilla vivida en Cerro del Espino se quede en una anécdota.
Alberto Monteagudo había advertido en la previa que no había previsto plan B, C o D para los contratiempos que pudieran ir surgiendo a lo largo del encuentro o si el marcador jugaba o no a favor. Pero lo cierto es que tuvo que cambiar sobre la marcha antes de empezar, debido a que Óscar Ramírez no pasó el test en el calentamiento -se lesionó en el entrenamiento del día anterior- y Hugo Rodríguez, vestido de corto pero junto al resto de suplentes, tuvo que cambiar rápidamente el chip para ponerse a calentar y prepararse para ocupar el carril derecho.
El técnico manchego quería mucha fortaleza atrás y por eso había previsto jugar con un 5-3-2, con tres centrales (Mejías, Moisés y Zabaco). Con este sistema el Cartagena había obtenido muy buenos resultados en el play off del año pasado. Ganó la primera eliminatoria así, dotándole de fortaleza de medio campo hacia atrás.
El técnico podría haber variado, pero decidió sacrificar a Hugo en su posición, retrasarlo y que el equipo siguiera muy junto para evitar que De Frutos, el hombre referente del bloque majariego, les pudiera coger la espalda.
Los albinegros salieron bien en los primeros instantes del choque, evitaron una reacción en tromba de los locales y hasta incluso tuvieron la mejor ocasión del choque a los ocho minutos del mismo. Una peinada de Aketxe dejaba a Rubén Cruz solo delante del guardameta local, pero su disparo, mal dirigido, lo repelía el cancerbero con la rodilla. El equipo albinegro advertía, no se iba a dejar someter y el gol era una rampa enorme hacia el ascenso a Segunda División.
El Rayo Majadahonda seguía en sus trece de tratar de salir con un fútbol plano y buscando a De Frutos a la espalda de los centrales. Pero Moisés y Zabaco iban muy bien en las ayudas e impedían que el atacante tuviera un metro donde poder revolverse. El bloque local no inquietaba, la verdad es que no llegó a hacerlo en ningún momento del partido.
Todos sabían el punto fuerte de los majariegos, por lo que el trabajo de desgaste de medio campo hacia atrás fue sobresaliente. Nadie en el Cartagena quería un empate a cero para no tener que sufrir en los últimos minutos, pero primero había que desgastar al rival, que perdiera fuerza, triangulación y velocidad y, una vez desgastado, hincarle el diente a la contra.
Terminada la primera parte y con empate a cero, la situación mejoraba cada paso que daban los cartageneristas. El Rayo Majadahonda no sabía cómo jugar a un Cartagena muy bien plantado en el campo, con un tremendo trabajo defensivo de Cordero en el círculo central y un impecable esfuerzo de Moisés y Zabaco, que desesperaban a los puntas locales. Hugo Rodríguez tuvo que sacrificar su vocación ofensiva para tapar las llegadas por la derecha de Coto, primero, y Jeison en la segunda parte. El jerezano salvó con un notable su juego, al igual que Jesús Álvaro, menos participativo arriba pero muy contundente atrás.
El equipo madrileño dominaba con un fútbol demasiado previsible, con el que se iba desgatando en cada acción al no encontrar los huecos ni la forma de penetrar en la defensa albinegra. Aketxe y Rubén Cruz les tocaba desempeñar otro papel mucho menos vistoso y más solidario y Ruibal se desfondó hasta ser sustituido por Sergio Jiménez. Antes, el entrenador albinegro había puesto en escena a Owusu. Al africano le tocaba ahora asumir su papel, aprovechar su dribling y punta de velocidad para plantarse delante del meta local. En los últimos diez minutos el Cartagena tuvo varias para anotar el gol y marcharse a casa por la puerta grande. Aketxe la tuvo en el minuto 81 con un disparo a la cruceta tras un libre directo. Luego llegaron las contras con el Majadahonda ya muy arriba de Moussa, Chavero y Owusu. El primero se plantó por velocidad solo ante el cancerbero local, pero se le hizo de noche y cuando tocaba disparar vio cómo el balón se le marchaba a trompicones fuera.
El centrocampista barcelonés también avanzó a zancadas en otra contra en la que al llegar al área cedía demasiado fuerte a Owusu. Éste no pudo controlar y la oportunidad se perdió cuando todo estaba acabando. El Cartagena había impedido casi durante toda la segunda parte que se jugara a nada o, más bien, que el rival pudiera tener la más mínima continuidad en su fútbol. Las pérdidas de tiempo provocaron que el tiempo añadido se fuera hasta los siete minutos.
Ante un Majadahonda ya a la desesperada, los albinegros se mostraron tan firmes como al principio siempre. Siempre hasta que se cumplía el minuto 96 y 30 segundos con un balón al área desde saque de banda con peinada hacia atrás y la cabeza de Zabaco que introduce el balón a la red.

Todo se fundió en negro. Tumulto en el campo, Sergio Jiménez expulsado tras perder los nervios con un rival, tangana de jugadores y la afición local ya celebrándolo. No había tiempo para más. El destino volvía a ser de lo más miserable para el Cartagena.
Lágrimas, muchas lágrimas dentro y fuera del campo, y en la distancia en Cartagena, con miles de aficionados que pegados a la pantalla empalidecían al ver cómo en un chasquido el sueño caía al negro pozo de la impotencia. Dice el tópico que el fútbol es así, tan cruel como maravilloso. Ayer a los albinegros les tocó beber el sorbo más amargo que el fútbol es capaz de preparar.
La Opinión

No hay comentarios:

Publicar un comentario